top of page
  • Foto del escritorManuel-Antonio Monteagudo

Pueblecitos de Minas Gerais

Actualizado: 26 may 2018

Las Minas Gerais que conocí son largos paisajes de colinas sin árboles, que se extienden lejos al interior de Brasil. Para muchos brasileños, sus valles son promesas de descanso, explanadas llenas de haciendas humildes y tranquilas.

minas gerais, juiz de fora, brazil, landscape, mountains, sky

Pero el Estado de Minas Gerais nació de una violenta pasión, y sus apacibles colinas llevan todas las marcas de ese tiempos.


Hace 400 años, las expediciones de bandeirantes entraban a sus altos valles, y descubrían fabulosos ríos repletos de oro y de diamantes. La fiebre de riquezas curó a los colonos de su temor a la jungla, y millones penetraron el continente en busca de fortuna.


Las selvas que cubrían sus colinas fueron taladas en busca de tesoros, y grandiosas ciudades de iglesias y estatuas tomaron su lugar. A pesar de los esfuerzos de los reyes de Lisboa, las Minas Generales del imperio portugués fueron repartidas entre las manos de codiciosos aventureros.


Pero la fiebre del oro no tardó en desvanecerse. En apenas 60 años, los mineros vieron sus fuentes agotarse, y sus gloriosas ciudades empezaron a caer en desuso. Mientras algunos partían a probar suerte en otros rincones del imperio, los más tenaces se quedaron, fundando granjas en sus largas tierras abandonas. Así, las colinas de Minas se vaciaron tan pronto como fueron invadidas. Sus selvas, en cambio, jamás volvieron a crecer.


***


Juiz de Fora es uno de las tantos puertas de entrada a los valles de Minas Gerais.


Quizás no haya ciudad más normal que Juiz de Fora. Es, para mi, uno de esos lugares donde los hombres viven porque ahí nacieron, y tratan a toda costa de tornar esa vida sencilla en algo hermoso.


Es una ciudad moderna, cubierta de edificios imponentes, por la que pasa un tren (que ya nadie toma) y que tiene un centro histórico tan devastado que hay que esforzarse para encontrarlo bello.

Sin embargo, también guarda extraños escondites donde viejos artistas tratan de vivir con un poco de poesía.


A pocos metros de rieles oxidados, un grupito de pintores se instala en los salones de la estación. Los corredores de madera y los pisos de baldosas evocan a un pueblecito ideal, pero los muros del edificio apenas sofocan el rugido de los camiones de la calle. Los artistas cierran los ojos, miran un momento el andén y el cielo azul, y toman los pinceles.


Entonces, pintan valles y bosques imaginarios, combinando los colores con sus fantasías. Cuando terminan, se los presentan unos a otros, en silencio. Después, cuelgan sus creaciones en los muros, adornando corredores que ya rebalsan de paisajes delirantes.


Nadie visita esa estación abandonada, pero ninguno de estos pintores desiste de su pasión.


La ciudad de Juiz de Fora guarda, así, lugares donde las personas remedian a la fealdad.


Entre los muros de ladrillo de una antigua fábrica, se coleccionan viejos libros y películas brasileñas. Y en la única colina de la ciudad, caminantes suben a diario su ladera, alcanzando a un Cristo extraño para ver los edificios que coronan a la ciudad.

***


Tiradentes es un nombre extraño, que se repite en los pueblecitos y las bodegas de Minas Gerais. “El que arranca dientes” era el apodo de Joaquim de Silva, un joven Mineiro, agricultor y dentista, que a mediados del siglos XVIII trató de proclamar la independencia. Su sueño no tuvo tiempo de cumplirse: no tardó en ser capturado, torturado y ejecutado en una plaza de Río de Janeiro.


Nadie conoce a Tiradentes fuera del Brasil, pero su rostro de Cristo descuartizado está en todos los museos del país, y lo evocan los portones de las viejas estaciones Mineiras.


El pueblecito de Pedra Dourada no tiene siquiera un tren, y su paisaje apenas ha cambiado desde los tiempos del Libertador. Perdido en un inmenso valle, el tiempo ha pasado de forma extraña en este pueblo de cinco calles.


En su plaza con señal Wi-Fi, una carreta a caballo se apura antes de que raye el sol. Las veredas casi siempre lucen vacías, pero las cataratas circundantes siempre rebalsan de niños y de turistas.

minas gerais, brazil, landscape, pedra dourada, sky, nature, village

Sus más viejos habitantes dicen que la iglesia del pueblo fue fundada por inmigrantes italianos, que fueron traídos en camiones desde los albergues de Juiz de Fora. Pero leyendas extrañas evocan momentos más antiguos, cuando colonos sedientos de oro fueron devorados en una de sus colinas, que ahora brilla bajo los rayos del sol.


A pesar de estar unida al Brasil por una simple trocha, no se respira soledad en el pueblo. Es difícil imaginar miseria en un lugar como ese, donde las casas pueden ser minúsculas pero los horizontes nunca acaban.

minas gerais, brazil, landscape, pedra dourada, sky, nature, village

Cae la lluvia sobre la tierra de Pedra Dourada. Apenas se oyen las gotas retumbar sobre sus techos de calamina, y las familias murmurar en sus pequeños salones.


Ese pueblo solitario es otro rostro de las Minas Gerais, que el Brasil tardará mucho en desfigurar.


3 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page