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  • Foto del escritorManuel-Antonio Monteagudo

Porto Maravilha, una ilusión Carioca

Actualizado: 26 may 2018


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Durante mi primera estancia en Río de Janeiro, la ciudad vivía nutrida de ilusiones. La copa del mundo acababa de terminarse, y los Juegos Olímpicos se aproximaban, prometiendo nuevas transformaciones para la ciudad.


Dos años más tarde, los Brasileños han tenido que soportar muchas desilusiones. Sin embargo, un proyecto terminado durante los juegos olímpicos parece haber sobrevivido a los tiempos difíciles, transformando radicalmente el rostro de la ciudad : Porto Maravilha.


El puerto de Río de Janeiro es testigo de toda su historia. Sus muelles vieron llegar centenas de barcos negreros, y sus colinas fueron tanto cementerios de esclavos como cunas del Samba.


Antiguamente lugar de encuentros y de intercambios, la región portuaria fue algo olvidada durante los años 1950, cuando la construcción de autopistas en viaductos cercenaron el barrio. Poco a poco, los navíos se hicieron menos frecuentes, y sólo los sambistas continuaron atrayendo los demás Cariocas al viejo puerto.

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El viaducto sobre la zona portuaria © O Globo

En 2009, el proyecto Porto Maravilha fue puesto en marcha para revitalizar la zona. A lo largo de varios años, se demolieron los viaductos, se inauguraron museos, se construyó un tranvía, se restauraron viejos edificios... Un proyecto a la medida de un Brasil optimista y próspero, que no se esperaba a las crisis que vendrían cinco años más tarde.


En 2014, Porto Maravilha estaba atrasado. No había llegado a tiempo para la copa del mundo, pero se esperaba que estuviera listo para los juegos olímpicos de 2016. En esos tiempos, no entendí por qué el festival de cine transcurría en un viejo depósito, junto a una avenida sórdida, llena de esqueletos de viaductos esperaban la demolición. Me paseaba en este paisaje entre dos épocas, imaginando lo que podría nacer del desorden...

Dos años más tarde, el puerto de Río vive una segunda juventud. La horrible avenida se convirtió en una alameda peatonal atravesada por un tranvía que los Cariocas toman como si se tratase de un nuevo juguete. Los muelles ahora se llaman « paseo de los museos », y las fachadas de edificios abandonados están cubiertas de bellos graffitis. La larga alameda, sin apartamentos ni restaurantes, pero sembrada de food trucks, artistas callejeros y salas de espectáculos, está llena de caminantes felices de descubrir un nuevo barrio.

La ciudad no esconde su orgullo. Paneles declaran « Quem te viu, Quem te vê » (aproximadamente « quien fui, quien soy »), exhibiendo fotografías antes y después de las obras. Los cambios son impresionantes. Una nueva vista a la bahía ha sido desvelada, y los Cariocas quieren integrarla a su ciudad.


Sin embargo, la euforia puede actuar de forma impredecible. Más allá de la evidente voluntad de gentrificación (¿Qué sucederá con los habitantes de las colinas, que han sabido mantener su estilo de vida a pesar del aislamiento?), no sé si la alamedas de los muelles se mantendrá llena. Nada borrará la belleza de la caminata junto a la bahía, pero temo el vacío del paseo de los museos, donde nadie parece vivir.

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No puedo sino alegrarme por el entusiasmo que produce Porto Maravilha. El Centro de Río ha sido ignorado por demasiado tiempo, a pesar de sus invaluables tesoros patrimoniales. Sólo espero que la promesa de este proyecto no se transforme en una nueva ilusión perdida.


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