Según un mito popular, Lima habrÃa nacido de un engaño.
Pizarro, el orgulloso Conquistador, buscaba tierras propicias a recibir su capital, lejos de las cimas escarpadas de los Andes. Un viejo indio le sugirió el valle del Rimac, describiéndole sus tierras fértiles y el mar cercano. El Español, extranjero en este Nuevo Mundo, siguió el consejo y estableció ahà su Palacio. Pagó cara su credulidad: el RÃmac era un rÃo muy pobre, que atravesaba una tierra de clima insalubre, donde las lluvias son pocas y el polvo omnipresente. Por la treta de ese anciano, el imperio Inca tenÃa su venganza: el reino de los españoles estarÃa anclado a una ciudad maldita.
Este relato refleja la imagen que los peruanos se hacen de su capital: una ciudad fea hasta la médula, podrida desde el nacimiento. Una suerte de anti-Perú, fundado inexplicablemente en un desierto por hombres codiciosos y arrogantes.
¿Cómo llegaron los limeños a odiar tanto a su ciudad ? El sentimiento es antiguo. Ya en 1964, el intelectual Sebastián Salazar Bondy publicaba su ensayo Lima, la Horrible en el que describÃa a una ciudad mediocre, obsesionada por la imitación. Su arquitectura era apenas « la copia de una copia », tratando de remedar a una Europa idealizada. La Lima virreinal, que ya se desvanecÃa, no valÃa la pena ser salvada.
Sin embargo, la Lima de Bondy es muy diferente a la de 2016. De generación en generación, los recuerdos de la ciudad se volvieron prácticamente imposibles de transmitir. Lo que ayer era campo hoy es jungla de cemento, y los viejos barrios de la ciudad han cambiado varias veces de rostro.
Los coleccionistas de imágenes
Hoy, gracias al comercio incesante de imágenes por Internet, el choque generacional se ha acelerado. De pronto, esa Lima perdida ha tomado forma, y los nostálgicos han revelado una ciudad desconocida a los más jóvenes. Viejas fotografÃas revelan que la bulliciosa avenida Larco solÃa ser un sendero en una plantación, y que el moderno barrio de San Borja era una planicie de haciendas y cultivos.
Ya en 2007, en los foros de la página web skyscrapercity, aficionados de Historia compartÃan sus fotos de familia y contaban sus recuerdos de infancia, describiendo rincones de Lima que ya no existen. Juntos, reconstruÃan los viejos barrios de la ciudad, y a veces, iban a descubrir lo que quedaba de sus recuerdos.
En 2010, con el éxito de Facebook, esos aficionados aislados encontraron un nuevo espacio para compartir su pasión. Páginas como Lima la Única, Lima Antigua o La Lima de mis Abuelos comenzaron a publicar las más viejas fotos de la ciudad. Algunos limeños contribuyeron con sus propios archivos y recuerdos, y la antigua ciudad recibió un nuevo soplo de vida.
El mismo año, un ambicioso proyecto terminó de transformar la imagen que los limeños tenÃan de su ciudad: Lima Milenaria. Esta iniciativa, apoyada por la Municipalidad, buscaba destruir el viejo estereotipo: Lima no habÃa sido fundada por los Españoles. El valle del RÃmac habÃa sido habitado por milenios por pueblos precolombinos y la llegada de los Conquistadores era apenas un injerto en una comunidad ancestral.
El viejo mito de Pizarro debÃa ser revisado: Lima quizás no era una ciudad maldita.
Desenterrar la vieja Lima
Lima Milenaria terminó de explicar la Historia contradictoria de la ciudad. Lima no habÃa sido fundada en un desierto árido: el valle del RÃmac estaba cubierto de canales precolombinos que habÃan creado una tierra fértil. Esas fotografÃas intrigantes de inmensas plantaciones se volvÃan comprensibles: aunque el cemento sumergió su entorno, Lima habÃa sido verde. Y las pirámides que cubrÃan algunos de sus barrios eran apenas los vestigios de gigantescas ciudadelas indÃgenas.
Esa nueva visión exaltó la imaginación de los aficionados. Algunos comenzaron a buscar los surcos de los canales ancestrales, otros exploraron la ciudad en busca de restos de las haciendas. Movidos por su entusiasmo, estos aficionados lograron descubrimientos extraordinarios.
Gracias a viejos mapas, algunos aficionados descubrieron el último vestigio de la muralla de Lima, escondido entre las casas de Barrios Altos. Otros reconocieron al Palacio de la Perricholi y al molino de Piedra Liza en zonas abandonadas por el municipio. Hoy, algunos tratan de poner en valor el canal prehispánico de Surco, fotografiando su recorrido olvidado.
Movilizarse para defender los vestigios
Esta pasión por la investigación y el descubrimiento ha tenido consecuencias. Los entusiastas de la Vieja Lima han ganado conciencia de que su ciudad está en pésimo estado, y se movilizan para defender el patrimonio que les queda.
Poco a poco, las páginas de Facebook y los foros de aficionados han juntado sus investigaciones con denuncias, acusando el gobierno de darle muy poca atención al patrimonio.
Grupos de arqueólogos se movilizan para preservar los barrios agrÃcolas del Norte de Lima. Marco Gamarra Galindo, fotógrafo, revela el destino trágico de las Huacas amenazadas de demolición.
Javier Lizarburu, fundador de Lima Milenaria, llega a probar las consecuencias económicas del abandono del patrimonio: una productora hollywoodense habrÃa cancelado el rodaje de un filme histórico en la ciudad por culpa de su urbanismo caótico.
Algunas partes de Lima son restauradas gracias a esta presión : viejas calles se vuelven peatonales, y las Alamedas del RÃmac son restauradas. Sin embargo, la movilización de los aficionados de Lima parece haber alcanzado un lÃmite. El patrimonio que descubren apenas es puesto en valor por una ciudad que crece sin prestarles atención.
Los peligros de la nostalgia
Descubrir los vestigios de una ciudad es un ejercicio poético, que estimula a la imaginación. Devuelve su personalidad a lugares anodinos, y da vitalidad a una urbe apagada por la rutina. Sin embargo, vivir de los recuerdos puede sumirnos en una ilusión malsana.
Frases preocupantes aparecen regularmente en las páginas dedicadas al patrimonio limeño.
Frustrados por el deterioro de sus ciudad, muchos aficionados miran con tristeza a los últimos 70 años. Desde 1940, el Perú vive un inmenso éxodo rural: miles de habitantes de provincia llegan a Lima en busca de un futuro mejor.
Es sin duda este éxodo el que hizo crecer masivamente a Lima, y el que sumergió a sus últimas áreas verdes. Algunos llegan a conclusiones de un racismo aberrante: la destrucción del patrimonio de Lima serÃa la culpa de estos inmigrantes, que desprecian el pasado de la ciudad.
Consultar las páginas dedicadas al patrimonio de Lima se ha convertido en un ejercicio difÃcil: hay que poder separar a las informaciones interesantes de la xenofobia más abyecta.
Sin embargo, la cultura y la sociedad de la Lima moderna no serÃan las mismas sin los inmigrantes: negar su existencia serÃa imposible y estéril. Bloqueada entre el océano y los Andes, Lima no dejará de crecer hasta ocupar todo espacio a su disposición.
Esto no debe ser visto como una fatalidad, sino como una forma enriquecer y unir un paÃs demasiado dividido. El trabajo de los aficionados de la vieja Lima es admirable, pero serÃa una lástima que su obra se vea mancillada por el racismo.