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  • Foto del escritorManuel-Antonio Monteagudo

El Palacio Abraxas: una utopía que quiere renacer

Actualizado: 26 may 2018

Aplastado por los inmensos corredores del edificio, Jean Mouanga alcanza el ascensor, arrastrando lentamente su pierna herida. “Este lugar solía ser magnífico” murmura, mientras da una última ojeada a su alrededor. “Pero ya no queda nada. Tubos rotos, apagones, pandillas por doquier... Ahora, eso es Abraxas”. A pesar de su caminar titubeante, las palabras del señor Mouanga resuenan con fuerza. Él es más viejo que esta fortaleza, y no permitirá que lo derrote.

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Un templo escondido a las afueras de París


Desde el tren, minutos después de dejar París, el Palacio Abraxas surge en el horizonte. Hace décadas que la Ciudad-Luz está rodeada de pueblecitos grises y deprimentes. Las extrañas torres de Abraxas son un cambio reconfortante, como un indicio de lo que habría podido existir, si los arquitectos hubiesen tenido un poco más de imaginación.

Diseñado por el arquitecto español Ricardo Bofill en 1978, el edificio parece un templo inmenso, alzado en una colina sobre la ciudad de Noisy-Le-Grand. Sus dos imponentes torres principales están pintadas con motivos geométricos, y cortadas en intrigantes líneas y ventanas. Rodeado por una media luna de edificios, el Complejo está cerrado como un santuario secreto.


Una vez llegados a la estación, Abraxas desaparece. Los mapas de los alrededores no lo mencionan, y ningún anuncio nos guía hacia él. Después de atravesar el shopping que conecta con la estación, se llega a una plaza triste, rodeada de fuentes ensuciadas. El templo, sin embargo, no se ve por ningún lugar.


Los transeúntes son evasivos cuando se les pregunta por el “Palacio”: lo evocan como un lugar misterioso, imposible de visitar después del atardecer. En la alcaldía, los empleados apenas mencionan su existencia, explicando que el lugar iba a ser demolido hace un par de años. La ciudad de Noisy-Le-Grand parece haberle dado la espalda a Abraxas, prefiriendo guardar su estatus de ciudaducha promedio.


Un Palacio decadente


Para llegar al Palacio, uno debe atravesar un largo estacionamiento, que separa al edificio del resto de la ciudad. Una vez llegados, la vista es asombrosa. Una luz enrojecida se escurre entre las torres, iluminando sus corredores. Extraños altares romanos decoran sus esquinas, en las que crecen algunas palmeras. Al centro del complejo, un inmenso jardín espera al visitante, y su pasto verde contrasta con los gigantes de concreto que lo rodean.

Sus torres más altas alcanzan los 18 pisos, y sus cuartos son lujosos duplexes y triplexes. A pesar de su inmensidad y de su costo barato, el gigante se está vaciando, y cayendo en ruinas.


Una pequeña banda de fotógrafos camina por el patio, impactado por ese monumento surrealista. “No me sorprende que aquí hayan filmado ciencia ficción” comenta uno de ellos. “Parece que estuviésemos en otro mundo”. Las películas filmadas en Abraxas, Brazil y The Hunger Games, presentan un futuro desencantado, donde los Hombres son aplastados por sociedades opresivas.


Esa no era la visión de Ricardo Bofill, que veía a “la ciudad como un proceso, no un objeto terminado”: un espacio que podía evolucionar con la interacción y la diversidad de sus habitantes. Férreo opositor a la construcción en masa de habitaciones, quería construir espacios que puedan inspirar y unir a sus residentes. Sin embargo, ninguno de los 2500 habitantes del complejo son visibles: la ciudad ideal parece estar muerta.


La juventud abandonada de Abraxas


De pronto, gritos incomprensibles retumban sobre los muros. Nadie puede decir de donde vienen, pero no parecen amistosos. Huevos y trozos de basura caen desde lo alto del monumento, mientras los alaridos aumentan y figuras encapuchadas entran al patio. El mensaje es claro: los visitantes no están bienvenidos.


Ese es un problema común en Abraxas” explica un guardia del edificio. “Los jóvenes desconfían de los fotógrafos. Creen que trabajan para la policía.” Frustrados y desempleados, los jóvenes del Palacio ocupan los corredores del tercer piso, causando la ira de los residentes.


Han tomado el control de todo un piso, es imposible vivir allá” se lamenta Monsieur Mouanga, que ha vivido en el complejo desde su fundación. “Solía haber un club de jóvenes, llamado el LCR. Pero ha estado cerrado por años, por razones sanitarias. Ahora no tienen un lugar para ellos.”

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Monsieur Jean Mouanga

La paz llegó brevemente en 2014, durante el rodaje de The Hunger Games. “El equipo de producción le dio trabajos a todo el mundo: seguridad, limpieza, logística...”, dice el señor Mouanga. “Estaban felices de ser pagados, y no causaron problemas. Esos gringos eran astutos!” Por un par de días, Abraxas recuperó un poco de armonía. Pero las cosas volvieron a la rutina cuando el equipo partió.


Los guardias saben que las cosas pueden ponerse violentas si los jóvenes se encuentran con fotógrafos en su territorio: “No recomendamos a la gente venir y tomar fotos sin prevenir. Es mejor tratar de avisarnos, o contactar a ADIHPA.”


ADIHPA: unidos en defensas de Abraxas


En el gran vacío del palacio, ADIHPA (Asociación en Defensa de los Intereses de los Habitantes del Palacio de Abraxas) es la única fuente de vida, organizando eventos culturales y presentando Abraxas al mundo.


Fundada como un sindicato de residentes, la asociación ganó fuerza en 2006, cuando el alcalde de la ciudad anunció sus planes de demolición del Complejo. “Necesitamos estar más unidos que nunca” explica Sébastien Biscaro, representante de la asociación. “Por casi 10 años, luchamos contra el desalojo, tratamos de hacernos oír, aún con toda la ciudad en nuestra contra”.


Uno puede ver el cansancio de la lucha en los ojos de Biscaro. Desde que se asentó en el Palacio, lo ha visto caer en decadencia. “Las cosas sólo iban de mal en peor”, recuerda, “y nosotros no éramos los culpables. El antiguo alcalde dejó a este lugar pudrirse a propósito, para tener motivos de demolerlo.”

El “antiguo alcalde” gobernó Noisy-Le-Grand de 1995 a 2015. Según Biscaro, a él nunca le importó Abraxas, y quiso deshacerse del complejo para construir algo más rentable. “Mientras el gobierno nos ignoraba, los artistas siempre estaban presentes”, continúa Biscaro. “Este lugar los inspira, y ADIHPA es su intermediario. Sin embargo, su presencia cuenta poco si los edificios caen en ruina.”


Tiempos de cambio para el Palacio


Las cosas parecen estar cambiando. En Setiembre 2015, una nueva alcaldesa ha sido elegida. “La alcaldesa tiene planes para el Palacio” dice el señor Biscaro. “Desde su elección, la demolición fue cancelada, y se han organizado ya tres reuniones con ADIHPA.” Se barajan muchos planes, incluyendo la restauración del edificio y la construcción de un nuevo club de juventud. Algunos incluso dicen que Ricardo Bofill podría regresar para agrandar el complejo.


Según el señor Biscaro, el Palacio Abraxas no es un sueño fallido. A pesar de ser ignorado por décadas, aún guarda un inmenso potencial. Incluso, si el comercio fuese permitido dentro del complejo, como lo fue en sus primeros años, el sueño de integración de Bofill podría realizarse. “Si se espera algún cambio, se necesita empezar por promover el trabajo dentro del complejo, y conectarnos con el resto de la ciudad.”


En los pisos más altos de Abraxas, los focos apenas funcionan, y salir del elevador es una aventura. Sin embargo, una vista extraordinaria de París se distingue tras el monumento, recordando dónde está el edificio, y en lo que puede convertirse.

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Una silueta de París.

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Aunque los vientos hayan cambiando, podría pasar tiempo antes que se noten grandes transformaciones en Abraxas. El complejo seguirá perdiendo residentes, y Noisy-Le-Grand tendrá dificultades en aceptar a ese gigante dentro de su comunidad. Sin embargo, sus habitantes han soportado 20 años de abandono, y lo que se prepara es una esperanza con la que no contaban.


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